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A pesar de la noche los lápices siguen escribiendo

Me gustan los estudiantes
que marchan sobre las ruinas
con las banderas en alto
va toda la estudiantina.

Violeta Parra

El 16 de septiembre de 1976, fueron secuestrados diez estudiantes secundarios en La Plata. Conocida como la Noche de los Lápices, se constituyó en el corolario de la represión contra jóvenes militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). En el país, llegaron a 250 los/as desaparecidos/as entre 13 y 18 años.

Cuando en diciembre del ´75, la Triple A asesinó a Ricardo “Patulo” Rave, colgándolo de un puente, chicos y chicas que formaban parte de la UES pudieron entrever lo que se venía, en marzo del ´76, el terrorismo de Estado prohibió los Centros de Estudiantes, los militares comenzaron la represión, con el aval civil y religioso. El 4 de setiembre del ‘76 en la puerta del Colegio Nacional, se llevaron a los primeros, el 25 a los últimos. En el país, llegaron a 250 los/as desaparecidos/as entre 13 y 18 años.

La mayoría militaba en organizaciones políticas y/o sociales, no solo luchaban en sus colegios secundarios por el boleto estudiantil, también en partidos políticos, trabajaban con las comunidades, en las villas, ya se habían definido por una opción de vida que rechazaba la neutralidad, que tomaba cuerpo en la resistencia y en el compromiso con una causa colectiva.

Han pasado 38 años, en los que se pretendió separar el destino de estos jóvenes de la palabra “política”, sin embargo, la incansable lucha de Madres, Abuelas de Plaza de Mayo, junto sobrevivientes permitió la reapertura de los Juicios, se fue reconstruyendo la memoria en cada testimonio, como así también develar la complicidad de civiles que no dudaron en marcar a chicos y chicas como subversivos y de la iglesia que les mandaba sus capellanes para convencerlos que delataran a otros jóvenes, mientras los sometían a torturas y simulacro de fusilamiento. A medida que se conocía el “cómo” se conoció el “porque” se los llevaron, y fue por mucho más que el logro de un boleto estudiantil, fue porque se atrevieron a pensar y actuar políticamente, porque no existía (ni existe) otra forma de cambiar lo injusto, de construir una sociedad sin exclusión.

Al fin la verdad y la justicia abre nuevas puertas, en los campos del horror amanecen nuevos retoños y hoy miles de jóvenes retoman el camino de la militancia, y se transforman en ejemplo para más de un adulto que prefiere disfrazar su falta de compromiso con la excusa del escepticismo.

Cómo dice Emilse Moller, una de las sobrevivientes: Hoy, en este nuevo aniversario de la negra noche del pasado, estamos para reivindicar el amor por el otro, la necesidad de no bajar los brazos y luchar por la victoria contra el hambre, la pobreza y las inequidades. Estamos para seguir trabajando organizados, para consolidarnos como fuerzas transformadoras.

Miles de voces cantando al unísono, los “trapos” al viento, la organización dentro de las escuelas reclamando por mejores condiciones edilicias, la revisión de contenidos, o la campaña para ayudar a un compañero en dificultades, en cada acto multitudinario, o pequeño y cotidiano, chicos y chicas son el mejor testimonio que no nos han vencido, que a pesar de los pesares, parafraseando a Tejada Gómez “Aquí, en los naufragios de setiembre, la vida caudalosa monta guardia y triunfa”

Roca – Fiske Menuco, 16 de septiembre de 2014.

Luis Genga, Secretario de Derechos Humanos, Género e Igualdad de oportunidades
María Inés Hernández, Secretaria de Prensa, Comunicación y Cultura